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2023

Pensar por imágenes

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La naturaleza me conmueve.

Mis fotos son encuentros con aquello que sucede en la naturaleza y también son investigación.

Parto de una idea que me permite reflexionar:

“Para ver una cosa hay que comprenderla...

Si viéramos realmente el universo tal vez lo entenderíamos”

Jorge Luis Borges

Desde que tengo memoria saco fotos, y muchas veces con lente macro. Me interno en mundos de silencio, pequeños, casi invisibles, y veo imágenes con dificultad dentro de gotas, a veces también son partículas en otras superficies.

Este proceso no es cómodo, muchas veces no logro que mi máquina me de el foco que preciso porque me acerco demasiado. No puedo usar trípode ya que entorpece la situación, pero casi sin respirar para no mover la máquina sigo intentando. Le hablo a mi máquina pidiendo paciencia para llegar a ver eso que no veo pero percibo. Me siento impotente... cuando estoy a punto de frustrarme, ahí súbitamente llega el foco y accedo a esa imagen tan deseada. A partir de esta búsqueda es que empecé a agradecer a mi máquina de fotos. Y consecuentemente a mi computadora que me permitía ver en otro tamaño ese mundo grandioso de lo minúsculo.

Analizando este tema que me cautiva, gracias a mi querido profesor de filosofía Florencio Noceti, conocí al Sr. Leibniz. “Conocí” sería un término un tanto amplio. Podría decir que me enteré de su existencia. Inmediatamente me interesé por su historia. Él fue la primera persona que pensó en la microscopía. Gottfried Leibniz (1646-1716). Por raro que parezca, el curso y la evolución de los acontecimientos en el espacio y el tiempo no es sino la expresión de las relaciones metafísicas que tienen estas singularidades entre sí (más allá del espacio y del tiempo). Mundos dentro de mundos. Mundos encapsulados. «Cada porción de materia es como un jardín lleno de plantas o un estanque lleno de peces. Pero cada rama de la planta o cada escama del pez es también un jardín o estanque similar». Singularidades, por otro lado, eternas, que ni nacen ni perecen. La muerte es un mero cambio de escenario. Si para Kierkegaard lo divino era la posibilidad pura (complementaria de las necesidades de la vida), para Leibniz era la armonía original de todas las cosas. Esa armonía original es la causa del querer y del universo singular en que vivimos.

Estos son mis primeros pasos. Y de pronto veo todo desde ahí. Me encontré agradeciendo a este señor, Gottfried Leibniz. A la máquina. ¡A la mía! Que me permite ver más allá. Y mostrar también algo que no se ve a simple vista.

Empiezo a Pensar por imágenes.

 

Esta serie surge de poder insertarme dentro de una gota.

Y también profundizar los colores que no conozco de la naturaleza.

Fui consciente de que es lo que hoy me genera curiosidad inmersa en el ritmo de la naturaleza.

Y también de ciertos ruidos internos que me obligan siempre a investigar y avanzar para profundizar en lo que no comprendo.

Descubro que la máquina me permite acceder a la “intimidad de la naturaleza”. Voy acercándome con ansias a un pequeño mundo infinito lleno de color. Nace la primera imagen de esta serie: el romance entre la máquina, la rosa y el hombre.

La primera vez estoy en el Sur, usé mi máquina como si fuera un microscopio. Alguna vez había hecho el mismo proceso, pero aun sin comprenderlo. Esta vez fue intencional y de pronto los resultados se magnificaron.

Acceder a lugares escondidos me motiva... descubrir una paleta sin nombre que me deja sin aire. Pensar en combinaciones de tonalidades que no podría crear jamás me da placer. Tener de socia y aliada a la naturaleza me causa gracia y me permite nuevamente entender lo pequeña que soy.

Conozco mis limitaciones. Ella, la naturaleza, une colores que no se nombrar y los amalgama de forma magistral. De pronto soy oyente en la mejor cátedra del universo. Con algo de ansiedad y expectativa me sumerjo en la naturaleza, capturo una imagen y huyo. Si huí. Con un regalo que no quería que se lastimara. Y esta vez fui a mi pantalla grande. Entre en la máquina del tiempo porque puede frenarlo.

Entiendo que ya hoy todo cambió. Lo que veo son los colores de ayer. Pero los pude retener y les rindo homenaje. Los puedo compartir. Puedo plasmar ese instante que contiene ese color que no puedo nombrar. La máquina me permite hacer todo el mismo recorrido que aprendí a hacer, y también me da la posibilidad de seguir investigando, profundizar, agudizar, acceder, descubrir.

Estaré atenta a este fractal del universo en particular.

Y ahí surgen estos nuevos dibujos que se codean con otros y que no pienso ni elijo. Solo puedo descubrirlos. Mi lugar es limitado y está muy bien que así sea. Es suficiente. ¡Gracias!

“Somos algo esencialmente misterioso”

Jorge Luis Borges

¿Cómo no volver a él? Tengo la facultad de poder pensar. Y esto lo hago a través de las imágenes. A partir de una imagen de la naturaleza con la participación activa de la máquina pude encontrar nuevos colores. Y de pronto siento que puedo también hacer algo más.

 

Estoy fascinada con Jorge Luis Borges en su rol de filósofo. El, en uno de sus fragmentos dice que inventar y descubrir en latín significan lo mismo. En la serie "pensar por imágenes" efectivamente me ocurre esto, invento y descubro simultáneamente.

Que tus heridas cicatricen bien

Todos los seres humanos en algún momento sufrimos alguna herida, los animales también, es parte esencial de estar vivo.

Y cada uno procesa esta lastimadura, dolor o pérdida de manera diferente. Como puede.

Me encuentro pensando mucho en la cicatriz en los últimos tiempos.

Esta idea comenzó a desarrollarse en la pandemia, había un vidrio en el piso abajo del lugar donde trabajaba el pintor y caía mucho polvo. Entendí que ese era mi lienzo y escribí con mi mano en ese vidrio el nombre de esta serie.

A veces es así, me inquieta una idea que tiempo después necesito plasmar en fotos, dibujos o escritos.

Hay algo que se va procesando internamente, y en un momento surge, nace.

Creo que no tiene sentido intentar no ser lastimado, es imposible. Desde ya cuidarnos, eso es primordial. Pero a lo largo de una vida, hay heridas.

Y yo no pretendo adentrarme en la situación de la herida en sí.

Me interesa armar una historia muy sintética de lo que podemos hacer a veces cuando nos suceden algunas heridas que son inevitables.

Mostrar en forma de cucharas un juego ingenuo, intentar acercarme al momento de sanar que es algo que para mi es muy profundo.

Me interesa mostrar lo que considero que es relevante para salir de la herida, no la herida en sí misma. Pero son solo ideas, inquietudes y aproximaciones. Yo no sé del tema, pero me doy cuenta lo que me ayudó. Y observo y descubro lo que me hace mejor.

Me preocupa la manera de curarnos y de poder seguir avanzando con nuestras cicatrices. De alguna manera todos lo hacemos, pero tal vez nos ayuda lo que logramos cuando nos animamos a observar nuestra cicatriz, incorporar esa nueva huella que es propia nuestra, sin la necesidad

de seguir observando la herida. En un momento creo que ya no hace falta una curita, la herida deja un rastro, pero podemos

seguir avanzando si cicatrizamos bien. Si trabajamos para lograrlo, cada cual en su medida.

Aprender a mimar la cicatriz sin tener que volver a la herida. Mi dirección es esa.

Las cucharas tienen la capacidad de “contener”. Eso es fundamental.

Y la madera... El material tenía que ser madera por muchos motivos.

El árbol es de donde proviene. Esa planta que reutilizamos para que pueda cumplir con otra función, alimentarnos.

Y después vuelvo a la imagen, la máquina que inmortaliza toda esta situación y nos lleva a un cuento infantil que cada uno interpretará como lo sienta.

 

Constanza Oxenford / FARIAO

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